La cocina rumana es una expresión geográfico-histórica conferida por la diversidad de las frutas de su tierra, así como por las vecindades y colonizaciones de poblaciones de otro etnia; en este sentido cabe mencionar a la zona de Transilvania, que destaca por sabrosas huellas de aromas y colores. Rumanía cuenta con llanuras, colinas, montañas, lagos, costa al Mar Negro o el maravilloso Delta del Danubio. Todo ello significa distintos tipos de frutos de la tierra y variados animales: trigo y maíz, centeno y giraflor, ganado, ovejas y cerdos, gallinas y pavos, pescado de agua dulce y salada, una caza rica. Completa el marco un sinfín de legumbres: guisantes, frijoles, lentejas, patatas, col, coliflor, tomates, berenjenas, pimientos, cebolla, ajo, puerro, zanahoria, remolacha, perejil, apio, espinaca, pepinos, calabacines, hinojo... Rumanía es también un país de frutas: manzanas, peras, ciruelas, nueces, membrillos, cerezas, albaricoques, melocotones, sandías y melones. Un destacado lugar lo ocupan la uva y los viñedos, la tierra y el clima, ofreciendo favorables condiciones para su cultivo.
País cristiano, en su mayor parte ortodoxo, Rumanía ha reflejado este rasgo también en la gastronomía. Las fiestas religiosas han impuesto periodos de ayuno, más largos o más breves, con comidas específicas, pero también con dispensas de comidas abundantes. En el calendario con cuatro estaciones hay dos puntos de referencia importantes en invierno y en primavera: las fiestas de Navidad y del Año Nuevo y las Pascuas.
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